Crónica de nuestro recorrido por Malasia en bicicleta
Después de dos meses y medio viajando por Tailandia en bicicleta teníamos miedo de que todo nos pareciera que no estaba a la altura. Que todos los países que visitáramos nos parecieran que no eran tan espectaculares para pedalear como lo había sido Tailandia. Chema se lesionó en la última parte de Tailandia así que no sabíamos muy bien si íbamos a poder recorrer Malasia en bicicleta.
Esta no era nuestra primera visita a Malasia. Hace diez años ya recorrimos parte del país en un viaje con mochila. Visitamos las islas Perhentian, Kuala Lumpur, la selva de Taman Negara… así que nos habíamos propuesto recorrer esta vez la costa Oeste hasta Kuala Lumpur.
Llegamos a Malasia a través del puerto de Satun, en Tailandia. Cogimos un ferry que nos llevó directamente a Langkawi. No tuvimos problemas para llevar las bicis en el barco, no tuvimos que desmontar la rueda siquiera. Al llegar al barco se las dimos a las personas encargadas de guardar el equipaje y ellos se encargaron de guardarlas.
Era un barco bastante viejo y sucio donde apenas se podía ver nada por las ventanas, hacía mucho tiempo que no habían sido limpiadas, contemplar el paisaje era casi imposible. Con el aire acondicionado puesto en modo frío glacial las dos horas de viaje no fueron ninguna maravilla, pero cruzar fronteras y estar a punto de entrar a otro país siempre da un puntito de emoción.
Langkawi es una isla del mar de Andamán de unos 25km. de Norte a Sur y casi los mismos de Este a Oeste. Pese a no ser muy grande no podíamos pedalearla por la lesión de Chema. Así que al llegar a la isla nos quedamos en la misma localidad donde se encuentra ubicado el puerto, Kuah.
Kuah es una de esas ciudades extrañas. Toda la isla es duty free así que se aglutinan aquí decenas de tiendas tipo almacenes vendiendo todo tipo de perfumes y chocolates de tamaños enormes, en una especie de calles más parecidas a un polígono que a una ciudad.
No veíamos mucha gente en general porque era temporada baja, porque justo acababa de empezar el mes del Ramadán y porque es una localidad donde los turistas solo paran a hacer las compras y tomar los diferentes barcos que llevan a otras islas cercanas y al continente. Aún así hay algunas zonas muy bonitas como un inmenso parque por el que pasear, hacer deporte…
En seguida comprobamos lo que nos habían advertido ya, los alojamientos en Malasia son más caros que en Tailandia en comparación calidad-precio. La primera noche la habitación más económica que habíamos encontrado, aunque limpia y correcta, era muy pequeña.
Tenía el espacio de una baldodsa alrededor de la cama y poco más. Chema no podía estar mucho tiempo tumbado en la cama, necesitaba estar sentado, tumbado, andar… cambiar de postura constantemente. Por la noche se despertaba cada dos horas y se tenía que poner a caminar. Así que con este panorama, a la mañana siguiente decidimos cambiarnos a un hotel más cómodo.
Como era temporada baja fue fácil conseguir una habitación en un mega hotel, mega por lo grande que era porque sin duda había vivido tiempos mejores, pero para nosotros era suficiente y aún barato. La prioridad era que Chema se recuperase, después de varias semanas estaba comenzando a desesperarse.
Con el descanso empezó a encontrarse algo mejor, así que más animados, a los cinco días de estar allí, decidimos trasladarnos a Pantai Cenang, la zona de playa más turística de la isla y donde podríamos encontrar un poco más de animación, y así empezar a recorrer por fin Malasia en bicicleta.
Pantai Cenang
Aunque se empezaba a encontrar algo mejor no queríamos forzar de ninguna manera. El recorrido hasta allí, aunque con alguna subida, fue fácil. Había bastante arcén, y no tuvimos problemas con el tráfico. Fueron apenas 15 kms. pero aún así demasiados para Chema que empezó a pagar el sobreesfuerzo y tuvimos que parar a pocos kilómetros de llegar.
Después de la parada a duras penas pudo completar los pocos kilómetros que quedaban y nos hizo darnos cuenta de que aún necesitaba más días de descanso.
Los días en la playa de Cenang fueron muy buenos. Es una localidad muy turística con una playa muy animada por las noches. Nos costaba un poco más encontrar lugares locales para comer pero a cambio la playa lo compensaba. Lo mejor fue que Chema fue notando mucha mejoría y después de casi diez días allí se vio con fuerzas para volver a Kuah. Desde allí íbamos a tomar el ferry para visitar la Malasia continental y comenzar por fin nuestra ruta por Malasia en bicicleta.
Llegamos al puerto de Kuah a buena hora para sacar los billetes hacia Kualah Kedah. En el embarque se dio una de esas circunstancias sin sentido que se dan a veces con las bicicletas. Había un control donde revisaban los billetes para acceder a la zona de embarque. Allí nos informaron de que no podíamos pasar con las bicicletas montadas, teníamos que quitarle la rueda delantera.
Para subir al barco aún quedaba recorrer largos pasillos, pasar el control de equipajes, las salas de espera el camino hacia el barco…Todos espacios muy diáfanos en los que la bicicleta no podía molestar y donde no tenía sentido no poder ir andando con ella.
Eran muy amables pero inflexibles y nos indicaron que había algunos carros fuera. Los carros eran muy pequeños así que tuvimos que ir avanzando poco a poco, como podíamos, primero cargando las bicicletas sin una rueda, y volviendo a por los carros con las alforjas… así cada pocos metros… una auténtica paliza sin sentido.
Perfectamente podíamos haber quitado la rueda al subir directamente al barco, aunque a decir verdad ni siquiera hubiera hecho falta porque el espacio para las bicis era suficientemente ancho, de hecho eran más difíciles de manejar sin rueda para ellos también. Los carros eran de pago así que suponemos que podría tener algo que ver con eso.
El barco iba lleno, no había ningún asiento libre y hacía bastante calor. Nosotros a esas alturas ya no podíamos seguir sudando más. Las dos horas de viaje se nos pasaron rápido. Hubo algún susto con alguna lipotimia en la zona de atrás, zona que adivinábamos que sería aún más calurosa. Así que dimos gracias cuando tocamos tierra firme.
Nada más bajar del barco montamos las bicis y esta vez sí, las llevamos andando hasta la salida. Preferíamos pedir perdón que por favor en algo que no tenía sentido, pero por suerte nadie nos dijo nada y en cinco minutos estábamos circulando ya por Malasia en bicicleta.
Alor Setar
Del puerto a la ciudad teníamos una pequeña ruta de unos 11 kms. El arcén era bastante ancho, aunque no estaba muy limpio así que de vez en cuando había que ir esquivando algunas piedras, basura y demás. En seguida comprobamos que los malasios iban a ser super majos. Ya durante nuestro recorrido por Tailandia nos habíamos encontrado con algunos malasios que se habían interesado por nuestro viaje y se habían mostrado muy abiertos, y pronto comprobamos que iba a ser la tónica general.
Nos saludaban al adelantarnos, desde las motos nos preguntaban que de dónde éramos…La mayoría como más tarde comprobaríamos, nos hablaba en inglés directamente, aún cuando estábamos atravesando pequeñas ciudades.
Llegamos a Alor Setar a última hora de la tarde y nos alojamos en un hotel chino, muy muy antiguo y muy lúgubre. El hotel de «el resplandor» daba mucho menos miedito que este. Pero era barato y limpio así que nos quedamos. Cerca había un megacentro comercial así que decidimos ir allí a cenar.
En Malasia muchas veces cenamos en los food court, especialmente los de los centros comerciales. Suelen ser muy baratos y es la oportunidad de comer o cenar con menos calor. Llegamos y no había demasiada gente. Pedimos un par de platos y nos sentamos a comer junto a familias Malasias. Empezamos a cenar y al momento Chema advirtió que nadie estaba comiendo. Al levantar la vista me di cuenta de que era verdad, aunque los platos llenos de comida estaban en las mesas y todos sentados en las sillas, nadie, ni niños ni mayores había empezado a comer.
Caímos en la cuenta de que estábamos en Ramadán y ellos no podían empezar a cenar aún. Miramos a qué hora exacta se terminaba el ayuno y quedaban unos diez minutos. Decidimos esperar nosotros también. Creemos que nadie se habría molestado si hubiéramos comido pero entendíamos que éramos los únicos no musulmanes allí y no nos parecía adecuado sabiendo que probablemente esa gente había ayunado todo el día, los niños estaban esperando, nosotros como adultos podíamos esperar también.
Pronto nos llegó una mirada de agradecimiento de la mesa cercana y llegada la hora, todo el mundo comenzó a comer en lo que se convirtió en un super ambiente festivo con todas las familias cenando juntas. Las tiendas del centro comercial cerraban durante un rato para que sus empleados pudieran cenar también lo que nos resultó muy curioso. La ciudad en cuanto se ponía el sol cambiaba radicalmente. Era un hervidero de gente en las mezquitas, las plazas, y los restaurantes se llenaban.
Estábamos a unos 100kms. de George Town, ciudad donde queríamos pasar al menos un mes parados porque comenzaba la época de declaraciones de rentas donde Chema tiene más trabajo. Nos debatíamos entre hacer un par de días de ruta en bicicleta hasta George Town, o si no merecía la pena el esfuerzo para Chema ahora que estaba bastante recuperado y era mejor ir en bus y dar más tiempo a la recuperación. Aún con la pereza que nos daba meter la bici en un autobús para solo 100 kms. decidimos hacerlo así. Para nuestra sorpresa encontramos el autobús de dos plantas más fácil de todo el mundo para transportar una bici, no tenemos dudas, y tenemos fotos, juzgad por vosotros mismos.
George Town
Encontramos un hostel perfecto para nosotros, con una mesa y dos sillas en la habitación donde podíamos trabajar los dos y fuimos descubriendo la ciudad con calma. George Town es una ciudad patrimonio de la humanidad. Su historia ha marcado la arquitectura de la ciudad y eso se nota en cada paso. En 1771 se firmó un acuerdo entre el sultán de Kedah y la Compañía Británica de las Indias Orientales, por el que se concedía a la compañía ciertos derechos comerciales a cambio de ayuda militar contra Siam.
Pronto el puerto comenzó a prosperar y su población a crecer. Entre mediados del s. XIX y mediados del XX hubo oleadas de inmigración china, se empezaron a crear asociaciones llamadas kongsi donde se reunían los diferentes clanes de inmigrantes y a construir sus sedes, lo que empezó conferirle a la ciudad un tipo de arquitectura peculiar que hoy en día se puede seguir contemplando.
Nos gustaba pasear por sus soportales… sus pequeñas aceras que agradecíamos mucho. Pasear por el puerto… los food courts donde compartíamos comida con ciudadanos chinos, los edificios industriales… La recordamos con mucho cariño.
Batu Ferringhi
George Town está en una pequeña isla con otras localidades interesantes. Como queríamos quedarnos varias semanas valoramos la posibilidad de alquilar un apartamento. Al otro lado de la isla está Batu Ferringhi, una localidad de turismo playero lleno de mega edificios de infinitas alturas. Como era temporada baja había muchos apartamentos y muy baratos así que decidimos probar allí una semana. Chema se encontraba muy recuperado así que fuimos hasta allí en bici. La ruta era muy bonita con buenas vistas hacia el mar, una carretera que subía mucho, llena de curvas, y sin arcén, pero no había muchos coches y más o menos fuimos cómodos.
Me dan miedo muchas cosas pero las alturas y los ascensores me dan pánico y en este país parecía que casi todo el alojamiento disponible estaba en esos rascacielos residenciales. No sabía en qué planta estaba el apartamento que habíamos alquilado, confiaba en que no fuera muy alto. Pero estaba equivocada: planta 21. Soy miedosa, pero también intento afrontarlo, así que ahí estaba transpirando mientras bajaba el ascensor e intentando sacar de mi mente todos los pensamientos catastróficos que se me ocurrían.
Los dos o tres primeros días no fueron muy fáciles. El edificio era antiguo, se oía el ulular del viento por el pequeño y oscuro patio interior de la cocina y donde no se veía el fondo, como si fuera un pozo profundo y oscuro. Inconscientemente intentaba percibir si el edificio se movía por la acción del viento pero no pasaba, ni siquiera se si se percibe a esa altura.
Me preparaba para el momento en el que bajaba o subía en el ascensor, limitaba las veces que salía del apartamento… Con esa exposición brutal, al tercer o cuarto día me cansé de estar alerta y empecé a normalizarlo y a no pensar en ello demasiado, no es que estuviera super cómoda, pero no estaba asustada, lo que me ayudó a disfrutar más de tener por fin un sofá 🙂
El viaje me pone constantemente en jaque con mis miedos y si algo me gusta es que me obliga a afrontarlos porque muchas veces no me deja elección y escapar es difícil, me echa a patadas de la zona de confort donde esos miedos se hacen fuertes, y me obliga a enfrentarlos donde puedo vencer.
Batu Ferringhi no estaba muy animado. Su mercado nocturno había sido afectado fuertemente por el parón del covid, la playa no era muy buena y en general no era cómoda para pasear. Trabajamos bastante y eso nos vino bien, pero tras algo más de una semana, decidimos que George Town nos gustaba más así que volvimos para quedarnos allí a disfrutar lo que quedaba del mes.
Malasia en bicicleta
Y ahora sí, con Chema ya recuperado y con muchas ganas de empezar ya en serio a recorrer Malasia en bicicleta, partimos una mañana rumbo a Kuala Lumpur.
Salida de George Town
No salimos muy temprano de George Town porque nos gusta bastante dormir. Como está en una isla tuvimos que coger un barco gratuito que tardaba en llegar al otro lado unos 10 minutos, pero nos llevó bastante tiempo entre el embarque, desembarque…así que empezamos un poco tarde a pedalear. Hicimos muy pocos kilómetros, unos 20 o así. Pasamos por unas zonas bastante feas, polígonos industriales, por carreteras con poco arcén. Había que estar atentos con el tráfico y hacía bastante calor y como habíamos perdido cualquier ritmo que pudiéramos tener, nos pareció bien parar en un área de servicio que contaba con alojamientos, restaurantes y demás, cerca de un área de polígonos frecuentada por ciudadanos chinos en viajes de negocio.
La gente en Malasia es muy amable y abierta y un par de veces se acercaron motoristas mientras pedaleabamos para ofrecernos tomar algo. Declinamos las invitaciones porque hacía bastante calor a partir de las 12 y queríamos terminar la ruta, pero los malasios nos siguieron demostrando lo majos y abiertos que son.
Simpang Ampat
La ruta siguió la tónica del día anterior. Carreteras sin arcén, bastantes coches aunque a baja velocidad y bastante respetuosos cuando se podía… algunos camiones… En carreteras estrechas que el asfalto no sea bueno es bastante peligroso porque tienes que ir pendiente de los coches y de esquivar los agujeros de la carretera, así que vas constantemente en tensión. No había muchas otras alternativas a la carretera principal así que teníamos que seguir por la misma.
Simpang Ampat es un pueblo no muy pequeño, destartalado y con cero encanto, rodeado de plantaciones de palma, con bastante inmigración de trabajadores indonesios que trabajan en las grandes plantaciones.
Aquí vivimos nuestra primera tormenta fuerte de Malasia, muy común en esta zona en esta época del año, así que esperábamos tener que parar alguna vez nuestro recorrido por Malasia en bicicleta debido a las fuertes lluvias.
Los precios en Simpang Ampat eran bastante más bajos que los que habíamos encontrado en el resto de Malasia así que entendimos que en las zonas más rurales los precios iban a ser más bajos que en las ciudades.
Parit Buntar
Continuamos la ruta por Malasia en bicicleta no muy cómodos. Seguíamos por carreteras sin arcén con bastante tráfico, en esta parte de la ruta el asfalto era aún peor. Pasaban muchos camiones y autobuses destartalados y lo estropeaban bastante. Por suerte no nos quedaba mucho para llegar a Taiping, donde en teoría la ruta mejoraba. Aún así decidimos parar un poco antes, en Parit Buntar, un pequeño pueblo con algo más de encanto y animación pero que no vimos mucho porque no nos apeteció 🙂
Taiping
Nada más salir de Parit Buntar nos fuimos por una zona mucho más rural. Los paisajes cambiaron a algunos mucho más bonitos. La carretera tenía algo más de arcén así que íbamos más tranquilos.
Taiping fue un poquito más el paraíso soñado, merece la pena la visita. Tiene un precioso parque construido y diseñado por los británicos en el siglo XIX, con unos árboles centenarios impresionantes. Super bien cuidado, gratuito… es una maravilla pasear por él. Además la ciudad es muy interesante con varias construcciones muy antiguas, una torre del reloj. No vimos apenas turistas occidentales pero desde luego es una ciudad digna de visitar.
Tuvimos que alargar la estancia aquí varios días por las fuertes tormentas, la verdad es que eran un espectáculo de fuerza, truenos como nunca antes había visto, pero desde la comodidad de estar bajo techo eran bonitas e hipnóticas.
Kuala Kangsar
Continuamos nuestra ruta por Malasia en bicicleta y ese día, sí, nos pegamos una buena paliza.
El paisaje fue increíble, super bonito. Tuvimos una subida muy importante con nada de arcén pero por suerte muy poco tráfico y nos lo amenizaron un grupo de unos 20 ciclistas de carretera malasios, que con cuentagotas iban subiendo a la vez que nosotros. A la vez, pero no a la par, porque nosotros subíamos más lentos, pero sin carga también hubiéramos podido ir nosotros más rápido 😀
Ya casi en la cima paramos a tomar algo de fruta bajo unos árboles, se estaba genial. Estuvimos un buen rato hasta que descubrí una pequeña sanguijuela subiendo por mi pierna, que por suerte no se había enganchado aún y pude quitarla. Hace algunos años, en la selva malasia, después de que nos picaran varias avispas asiáticas, descubrimos otra sanguijuela subiendo por mi zapatilla. Así que de momento Elena 2 – sanguijuelas malasias 0
Kuala Kangsar no pudimos verlo mucho, nos alojamos en una guesthouse antes del pueblo y ese día llovió, así que no fuimos a visitarlo. A la mañana siguiente lo atravesamos y tenía algunas cosas curiosas.
Ipoh
Salimos de Kuala Kangsar y pronto empezamos a recorrer unas zonas bastante rurales. El paisaje estaba bastante chulo, todo muy tropical. De pronto a unos 100 metros delante un chico que iba en moto se cayó tras pisar algo mientras circulaba por el arcén. Se cayó en una zona de matojos y se hizo un buen corte en la pierna, estaba un poco desorientado también, paramos para ayudarle y enseguida paró mucha más gente. Estaba bien el chico, pero nos recordó la importancia de no despistarse y nos confirmó que ante cualquier problema, la gente para y te ayuda.
La ruta continuó más o menos tranquila hasta que llegamos a los alrededores de Ipoh. El tráfico de camiones y otros vehículos aumentó y el arcén aparecía y desaparecía. Empezaron los atascos, los semáforos, y aunque era muy desagradable porque hacía calor, había mucho polvo de los camiones y teníamos que parar y arrancar cada pocos metros, al menos nadie iba a mucha velocidad y no era peligroso.
Los últimos 20 kilómetros se convirtieron en dos horas y pico de ruta más, así que llegamos a Ipoh y lo primero que hicimos fue bebernos del tirón dos litros de agua fría que compramos en una tienda.
Ipoh nos encantó. Muy del estilo de George Town. Tiene una zona antigua, muy pintoresca, donde es fácil imaginarse cómo sería la vida hace dos siglos.
Yo estuve enferma un par de días, el típico dolor de garganta y malestar general así que agradecí no coger la bicicleta. Estuvimos allí cinco días, y lo habríamos alargado más si hubiera habido sitio en el hotel donde nos alojamos.
Kuala Lumpur
Un mal recuerdo de los accesos a Kuala Lumpur y nuestra nula intención de sufrir más de lo necesario nos llevaron a tomar la decisión de coger un autobús desde Ipoh hasta Kuala Lumpur. Apenas 200 kms. pero que nos facilitaron la entrada a Kuala Lumpur.
Seguíamos con bastante trabajo los dos así que estuvimos casi un mes en la ciudad. Estuvimos una semana en un apartamento mucho más moderno que el de Batu Ferringhi justo al lado de la estación de autobuses donde habíamos llegado. Una planta 16 donde estuve cómoda y tranquila, no disfrutaba los ascensores pero los sobrellevaba. Compartíamos apartamento con bastantes insectos, pequeñas cucarachas y otras cosas que no supimos identificar así que luego nos trasladamos a otra zona.
Tuvimos que circular unos 10 kilómetros para hacer el cambio, de casualidad era domingo y nos dimos cuenta de que apenas circulaban coches, así que contra todo pronóstico disfrutamos de la ruta en bicicleta por Kuala Lumpur.
Nos alojamos bastante cerca de las torres Petronas, muy cerca de las embajadas Tailandesa y China, en unos apartamentos muy antiguos, pero había dos escritorios para trabajar bien, y era muy tranquilo por las noches.
Estaba tan bien situado que nuestra rutina se convirtió en pasear por las tardes noches por la zona de las Petronas, que como decíamos eran parte de «nuestro barrio» y eso nos encantaba.
Nuestra ruta por Malasia en bicicleta no fue la más impresionante, estuvimos muy condicionados por las lesiones y algo de cansancio. Es un país un poco más caro y desarrollado que el resto de países del sudeste asiático, pero nos hemos encontrado mucha gente muy amable por todo el país, y nos han encantado sus ciudades coloniales. Las zonas que ya conocíamos de viajes anteriores como las selvas del interior, o las islas Perhentian son impresionantes también y merecen la pena la visita.
En Kuala Lumpur tuvimos que decidir qué hacer a continuación. Barajamos opciones como Indonesia, Filipinas, Corea… pero todos esos países ya los conocemos. Del sudeste asiático no habíamos estado aún ni en Vietnam ni en Laos así que decidimos que esos serían nuestros siguientes destinos, así que metimos las bicicletas en una caja y volamos rumbo a Hanoi.
Si has llegado hasta aquí y quieres comentarnos algo, no lo dudes, nos hará ilusión saber que nos has leído y si tienes alguna duda te responderemos lo antes posible.
Me ha encantado la crónica. A mí también me gustó mucho la experiencia de estar en un país musulmán siendo Ramadán, la primera vez que estuve en Marruecos.
Es toda una experiencia y fue muy interesante vivirla en las zonas musulmanas de Malasia. Gracias por leernos 🙂
Hola, nosotros vamos en noviembre osea hacer la costa este desde Singapur hasta Georgetown en bici a tramos
Alternaremos con tren o bus
Que tal para llevar las bicis en bus, mucho problema?
Hola!! En los trenes de Malasia no se pueden llevar bicis salvo en los cercanías de alrededor de Kuala Lumpur. En los autobuses depende de la compañía y del trayecto pero preguntando siempre hay muchas que se puede, no es demasiado problema, están acostumbrados a llevar cosas grandes en los autobuses, hasta motos 🙂
A disfrutar de ese viaje!
Tengo previsto pasar dos semanas pedaleando por Asia. La última de noviembre y la primera de diciembre. Tengo la duda de una ruta circular por Malaysia o Corea del Sur (media de 120/150 km por día).
Que me recomendáis por paisaje, climatología, gastronomía y cultura?