Entrar en Serbia fue como tomar una bocanada de aire fresco. Los pueblos se sucedían, así como los saludos de los lugareños, que nos daban la bienvenida al país. Mujeres y hombres apostados en bancos, en las puertas de sus casas, en corrillos con los vecinos, nos miraban… Dober Dan! decíamos y Dober Dan! nos respondían con una gran sonrisa. Y así llegamos a la ciudad que sería nuestra primera parada en Serbia y donde pasaríamos un par de noches, Sombor.

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