Recorrer Bulgaria en bicicleta era algo que en principio no entraba en nuestros planes, pero la ruta, sin saberlo, nos llevó a conocer un poco de este país que desde luego merece la visita.
Estábamos en Pirot, Serbia y cruzar la frontera hacia Bulgaria en bicicleta no pintaba nada bien. La carretera era bastante peligrosa como nos advirtieron varios ciclistas que habían pasado por allí. Los pocos kilómetros por Serbia hasta la frontera eran una pesadilla sin alternativa decente. Estamos hablando de esta carretera:
Al cruzar la frontera no mejoraba. La autopista de salida estaba en obras y solo había un carril para cada sentido, nos enviaron vídeos de unos dias antes en los que incluso los ciclistas optaban por circular en sentido contrario para permitir el adelantamiento de los vehículos que no paraban de pitarles y acosarles para que se echaran a un lado.
Con este panora.ma muchos otros ciclistas optan por coger un tren hasta el primer pueblo en Bulgaria
Pero para nosotros el tren no era una alternativa porque estaba en obras, así que solo nos quedaba intentarlo en autobus. Tras un par de días de espera, ya que solo venía un minibus donde las bicicletas no cabían, pudimos tomar un autobús más grande directamente a Sofía.
Sofía
Nada más llegar a la ciudad nos llamó la atención la cantidad de árboles y jardines que tenía. Hacía bastante calor así que era notable la sombra que daban en muchos sitios. Recorrimos bastante bien la ciudad porque estábamos buscando unos repuestos para la bici y tuvimos que ir a algunas tiendas de las afueras.
Había muchos carriles bici lo que hacía muy sencillos los desplazamientos. Era raro porque no veíamos muchos ciclistas en proporción a la cantidad de carriles bici.
Estuvimos paseando por los extensos parques, viendo los bonitos monumentos, las calles peatonales llenas de comercios… nos gustó mucho la ciudad y el ambiente de sus calles, es cierto que era verano y eso se nota, pero aún así nos pareció una ciudad muy animada. Después de tres días en Sofía volvimos a la ruta.
Recorremos Bulgaria en bicicleta
La salida de la ciudad fue mucho más fácil de lo que esperábamos. Íbamos hacia el Sur y un carril bici nos sacó desde prácticamente la zona centro a varios kilómetros fuera de la ciudad, todo un lujo. Hacía buena temperatura para pedalear y aunque nos encontramos pronto con la primera subida lo llevamos bastante bien.
Los conductores nos adelantaban muy respetuosamente y aunque ese tramo de ruta tuvo algunos kilómetros de subida por carretera de montaña algo peligrosa, los conductores intentaban en todo momento adelantarnos bien.
Por suerte no tuvimos más carretera ese día. Llegamos a un pueblo y empezó la segunda subida del día. El paisaje era muy bonito y el camino muy tranquilo, así que a pesar de que nos fastidiaba un poco el empedrado, nos gustó mucho la subida.
Pasamos por un pueblo muy pequeño donde unos 6 ó 7 perros decidieron que nuestras bicis no eran bienvenidas. Pusimos en práctica lo aprendido en este vídeo de bikecanine sobre cómo lidiar con los ataques de perros que os recomendamos, y así, no tuvimos mayor problema, más allá del ratito tenso.
Llegamos a la reserva natural Bistrishko branishte y empezó una pesadilla que nos llevó varias horas superar. El camino de tierra se tornó en barro lo que nos obligó a bajarnos de la bici durante muchos kilómetros. Estaba todo enfangado y o volvíamos muy atrás y tomábamos la autopista o no había alternativa.
El problema siempre es que no sabes si se va a poner peor. Eran tramos de subida, y con nuestras ruedas llenas de barro y los caminos totalmente rotos, embarrados y llenos de grandes pedruscos, rodar era imposible así que empujábamos como podíamos una de las bicis entre los dos, avanzábamos unos metros y volvíamos a por la otra.
No os podéis imaginar el desgaste físico que supone eso. No pasaba nadie por allí que pudiera informarnos de cómo estaba el resto del camino así que simplemente confiábamos en que fuera mejor. Y así, a las cuatro de la tarde llegamos al final del parque donde un inmenso lago nos proporcionó vistas increíbles para nuestra comida. Todo lo duro que había sido y al final solo podíamos decir, que había merecido la pena el esfuerzo.
Comimos sin entretenernos demasiado porque queríamos llegar a Dupnitsa que estaba a unos 40 kilómetros aún, aunque en principio quitando una pequeña subida el resto sería de bajada. Así que después de salir ya del parque natural, encaramos la que suponíamos era la última subida del día. Nada más lejos de la realidad…después de una dura subida, que estaba planeada, nos encontramos con una extrañas colinas como las que dibujan los niños.
Colina que en su parte final no podíamos subir en bicicleta y que nuevamente nos obligó a empujar las bicicletas de una en una. Según komoot, la aplicación que estábamos usando para seguir la ruta, era todo llano y bajada. A estas alturas del día todo era ya muy loco así que subimos la colina.
En lo alto nos encontramos un montón de cabras tan solas como nosotros y un paisaje desolador, otra colina justo en frente que teníamos que atravesar, aún peor. El problema es que no teníamos alternativa, y además ya no podíamos confiar en komoot así que no sabíamos si después de la segunda colina habría una tercera, una cuarta…
Normalmente llevamos unos 7 litros de agua entre los dos que vamos rellenando en cada fuente que encontramos pero llevabamos horas sin atravesar pueblos y no nos parecía que la que nos quedaba diera para pasar toda la noche, así que decidimos que teníamos que continuar.
El descenso de las colinas era también a pie y con mucho cuidado porque era todo piedra suelta. Después de la segunda colina no vimos ninguna más, lo que nos alivió y ya estábamos cerca de un pueblo que intuiamos al fondo. Aún así el descenso era tan malo que no podíamos montarnos en la bicicleta, caminos rotos totalmente impracticables donde a veces ni siquiera había camino.
Y así llegamos a un pequeño pueblo de cuatro casas, teníamos aún unos 20 kilómetros por delante pero esta vez sí por carretera y todo bajada, así que tras meditar un momento y darnos cuenta de que aún teníamos una hora más o menos de sol decidimos llegar a Dupnitsa y buscar allí un alojamiento, nos lo habíamos ganado con creces ese día así que iba a tener recompensa al final del día.
Dupnitsa
Al día siguiente decidimos hacer unos 15 kilómetros todos de subida más o menos constante para llegar a un camping cercano en mitad de las montañas y descansar un poco. Fue bastante duro pero llevadero el camino y en poco tiempo estábamos ya en una especie de camping bastante abarrotado, ya que suele ser punto de partida para visitar el Parque Nacional de Rila, de gran valor y donde está la cima más alta de Bulgaria.
Blagoevgrad
Al día siguiente iniciamos el merecido descenso. La ruta hasta Blagoevgrad era por carretera, afortunadamente tenía un gran arcén, poco tráfico y de nuevo conductores muy respetuosos, así que disfrutamos de nuestro día de pedaleo fácil, con viento a favor.
Blagoevgrad es una ciudad muy animada, con una gran zona peatonal y un bonito río que atraviesa la ciudad. Está rodeada de montañas y merece la pena visitarla. Después de un par de días decidimos continuar la ruta en lo que en teoría sería nuestro último día en Bulgaria antes de cruzar la frontera con Macedonia.
La ruta iba a ser dura. Unos treinta kilómetros de subida pronunciada que incluso habíamos pensado partir en dos si se nos complicaba demasiado. A los diez kilómetros yo empecé a notar que no tenía fuerza. Era la primera vez que me pasaba. Hacía ya bastante calor y empezó a agobiarme el hecho de no ser capaz de subir, sobre todo porque veía que aunque parase un rato, aunque bebiera agua no me iba a recuperar. Así que después de esos kilómetros y sin saber muy bien qué me pasaba, decidimos darnos la vuelta y dejarlo para el día siguiente.
Durante la tarde me encontraba mal y al dia siguiente empeoró todo, un virus estomacal era la respuesta a mi falta de fuerzas, así que no tuvimos más remedio que parar un par de días más hasta que me encontrara mejor. Volvimos a intentarlo por segunda vez y tampoco pude. Esta vez avancé unos kilómetros más, pero iba sufriendo mucho, hacía mucho calor y no sabía si era físico o era psicológico, o era las dos cosas, pero no podía avanzar.
Así que me rendí y le propuse a Chema ir directamente a Grecia, coger un tren hasta la frontera y dejar Macedonia y Kosovo para un viaje sin bicis, solo con la mochila. Y así lo hicimos. Aunque en un primer momento me frustró no haber podido ser capaz de hacerlo, enseguida me perdoné, no tengo que poderlo todo y está bien que cuando tu cuerpo y tu mente te dicen para, hacerles caso y parar, así que eso hicimos, y la verdad, fue un acierto 😉
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